Mi Cuento Fantástico 2022

La media naranja sin pareja

Les voy a contar un cuento tan emocionante como cierto; pónganme mucha atención:
Había una vez una canasta de ropa cualquiera, con una pobre media naranja, triste y arrugada. Estaba desconsolada, llorando lágrimas de pelusa, cuando se acercó un calzoncillo amarillo y le preguntó:
- ¿Qué te pasa por qué lloras?
Entre sollozos contestó:
- Porque estoy sola y ahora nunca más seré útil. Mi par, mi hermana, fue devorada por el perro y me he quedado sola en el mundo. Ahora soy solo una media sin par, no tengo un igual, siempre seré distinta y me mirarán distinta entre las medias.

El calzoncillo muy conmovido le dio un abrazo. Para ese momento ya estaban unos tirantes y un pañuelo típico campesino observando la escena.

- Ya llegará nuestro momento, no te preocupes, nuestro dueño tarde o temprano necesitará de nosotros. Además, no es malo ser diferente, eso nos vuelve especiales, somos únicos, mírame a mí, un orgulloso calzoncillo blanco, la apariencia no es lo importante, nuestro valor está dentro, en el corazón.

La media extrañada, miró al calzoncillo, amarillento desde el elástico. De pronto, unas manos grandes los recogieron a todos y se los llevaron. Ahora estaban en un mueble con gavetas, ya la media naranja se había limpiado las lágrimas con un cepillo quita pelusa y no paraba de suspirar. Era una media larga, naranja encendido, con estrellitas color azul.

- ¿A ti que te pasó, calzoncillo amarillo? - preguntó la media.
- En realidad no soy amarillo, soy un orgulloso calzoncillo blanco, pero un accidente con cloro me dejó así. Al menos no quedé como mi amigo el bóxer.
- ¿A él qué le pasó? - preguntó la media.
- Esa es una historia triste, sucedió cuando el dueño mezcló: aguacate, jalea de guayaba y huevo duro. Mi pobre amigo el bóxer no pudo resistirlo, del baño pasó al basurero.
- ¡Ahí terminaremos todos! - gritó una media azul desde una esquina de la gaveta.
- A esa no la escuches, vive amargada desde que su compañera se convirtió en un títere de media - narró el calzoncillo.

Ya entrada la noche, ambas medias entablaron conversación.
- No perdamos la esperanza, algo bueno puede pasar si tenemos una actitud positiva- dijo la media naranja ya cansada de soltar pelusa.
- No lo creo, desde que mi hermana media se convirtió en títere, nunca más he sido usada. Una vez el dueño me tomó en sus manos, pero lamentablemente me había confundido con una corbata.
Todo se ha perdido para nosotras - dijo la media azul.

Una nube de pelusa se formó entre ambas medias y después de elevar una plegaria, se enroscaron en un abrazo, sin siquiera imaginar que al día siguiente sucedería un milagro.

Aquel 21 de marzo en la mañana, el dueño iba realmente apurado, se había quedado revisando exámenes hasta tarde, tomó la ropa interior de la gaveta sin siquiera mirarla, luego una camisa blanca y un pantalón negro; lo más simple que encontró, de todos modos, no era bueno combinando. Montó en su bicicleta camino a la escuela. Con curiosidad observaba cómo alguna gente miraba sus piernas al pedalear y se reían, no le dio mucha importancia.

Mientras tanto, soltando pelusa de la alegría, iban las dos medias: la naranja con estrellas azules y la media azul. Su oración había sido escuchada; ahora, aunque eran diferentes, podían ser hermanas, bendecían el momento en que decidieron enroscarse juntas en la noche y siguieron pedaleando.

Cuando le ponía el candado a su bicicleta, el dueño estaba rojo como un tomate de la vergüenza, se dio cuenta que había tomado dos medias distintas. Trataba de bajarse un poco los pantalones, que por cierto le quedaban “pica pollos”, pero el intento solo servía para dejar ver el elástico amarillento de su calzoncillo.

Dudó para entrar a la escuela, pensó que se burlarían de él, pero bueno, no podía perder un día de clases solo porque andaba medias distintas. Su apariencia era solo un detalle. Se armó de valor, respiró fuerte y cruzó el portón de entrada.

Un universo de medias distintas lo recibieron: rosadas, azules, blancas, rojas, negras, verdes, con dibujos, lisas, de lana, altas y bajas, todos los estudiantes y algunos profesores, lucían medias distintas y de diferente color. Recordó que era el Día Mundial del Síndrome de Down, que se celebra el 21 de marzo y respiró feliz al lado de los alumnos que lo rodeaban para elogiar sus llamativas medias.

Inclusive a una maestra le pareció tierno el gesto de aquel colega. Disfrutó, además, como su hermosa y pequeña hija, también alumna de la escuela, contaba con felicidad e ilusión las estrellas azules de la media color naranja, mientras el maestro de medias distintas la miraba con sincera ternura y una amplia sonrisa en su rostro. Desde ese día, comenzaron una amistad más cercana, que después de algunos meses los llevaría hasta el altar.

Pasó el tiempo y todo era felicidad, sin embargo... se venía el monstruo peludo.

El dueño decidió que esas medias y ese calzoncillo amarillento, eran sus prendas de la suerte. Incluso, quiso utilizarlas el día de su matrimonio, dejó su traje y su ropa lista sobre la mesa, y se durmió profundamente esperando el gran día. Las medias azul y naranja, junto con el calzoncillo amarillento, ahora eran líderes entre la comunidad del ropero. Apoyaban a las medias que por una u otra razón se quedaban sin par, así como a las prendas que se sentían solas, recordándoles que no existen modas que superen a los sentimientos y que, aunque sean distintas por fuera, lo más hermoso e importante se lleva en el corazón.

Justo hablaban de eso con un corbatín y los tirantes, cuando la media naranja se sintió absorbida por las fauces de un monstruo gigante. Era grande, gordo, peludo, con enormes dientes que parecían no caberle en el hocico. Salió corriendo sin control, la pobre media era su presa, mientras las demás prendas miraban con ojos de terror aquella escena.

La media naranja sintió como toda su vida pasaba frente a sus ojos; cuando la cosieron y etiquetaron junto a su hermana, el día de la terrible pérdida, la canasta, la gaveta, el viaje en bicicleta. Quiso sacar su cara del hocico del monstruo, se asomaron sus llamativas estrellas, pero todo se volvió baba y oscuridad.

Desenlace... gran agitación había entre las prendas, unas soltaban pelusa, otras sentían el alma descosida; solo el calzoncillo y los tirantes lograron reaccionar. Al estilo del hombre araña y con los calzoncillos encima, los tirantes comenzaron a prensarse de donde pudieron, parecían lianas, mientras recorrían la casa en busca de aquella bestia peluda. Teo era un perro bonachón y juguetón, con el pelaje grisáceo y las orejas negras. El calzoncillo con su mirada de halcón, lo vio meterse bajo la cama. La media naranja aún estaba colgando entre sus fauces, el perrito que era gordo había dejado su redondo trasero al descubierto. No lo pensaron dos veces, los tirantes en un esfuerzo elástico se colgaron de la manija del ropero y se impulsaron para impactar la nalga izquierda de Teo. El plan era que cuando el perrito abriera el hocico para ladrar, liberara a la media. Teo apenas y sintió una caricia, volvió a ver atrás y se llevó a la boca también un calzoncillo amarillento que estaba cerca de su rabo. Los tirantes no podían creerlo, la tragedia ahora era mayor, cuando de pronto se escuchó un grito en el aire, ¡uyuyuy bajura!, era el pañuelo típico que venía a toda velocidad en dirección al perro.

Bueno, en realidad venía casi en cámara lenta, había flotado desde la gaveta del ropero, aprovechando el viento que se colaba por la ventana. Los tirantes se taparon los ojos. Aquel llamativo pañuelo típico, sería una nueva víctima de Teo, sin embargo, el pañuelo se las arregló para caer exactamente en los ojos del perro y Teo pensando que era un juego, saltó corriendo contento, soltando a sus presas. Todos lograron escapar.

Así llegó el día de la boda. El feliz novio lucía con orgullo sus medias naranja y azul, mientras repasaba de arriba a abajo sus tirantes con las manos. Se había puesto su calzoncillo amarillo, bueno, blanco pero amarillento, era para la suerte. Disfrutaba ver cómo una hermosa y pequeña niña con Síndrome de Down, contaba con felicidad e ilusión las estrellas azules de la media color naranja; esa niña pronto sería oficialmente su hija. Las medias soltaban lágrimas de pelusa de alegría y celebraban como sus diferencias superficiales no las hacían distintas, más bien las hicieron hermanas, juntas, diferentes y felices para siempre.


Autor(a) Mathías Josué Castro Jiménez
Escuela Finca Capri
Docente Ana Marcela Cruz Cruz
Director(a) Sergio Beita Lizcano
Dirección Regional Desamparados
Bibliotecólogo(a) Blanca Jiménez Araya