Mi Cuento Fantástico 2022

Las fronteras no me detienen

Hace algún tiempo, conocí a Román, un joven ratón de nacionalidad nicaragüense que emprendió un viaje porque no quería formarse en el ejército de ratones de su país. Era un ratón joven, de color gris oscuro, delgado, con sentimientos nobles y bastante estudioso. Un buen día buscó un maletín y ahí colocó algunos documentos de identificación, notas del colegio y los pocos pedazos de queso que había conseguido en los últimos días. Se despidió de su familia y decidió cruzar la frontera y viajar a Costa Rica. Sus primeros intentos fueron de manera legal pero no lo logró, al llegar a la frontera se asomaba por un huequito, pero la escoba que estaba junto a la pared era un arma mortal para él.

Cada vez que se asomaba era visto por un grupo de humanos que lamentablemente no son amistosos con los ratones y la escoba era movida del lugar en que se hallaba. Estaba casi seguro de que si intentaba pasar, recibiría el peor escobazo de toda su vida. Ese sería un triste final. Después de varios intentos fallidos, tanto de día como de noche, decidió que era mejor buscar otro camino y hacerlo de manera ilegal, cruzando por las montañas, escondido de la policía migratoria.

El ratón Román sabía que encontraría muchos peligros en el camino. Podía morir en el trayecto, pero si se quedaba en su país el riesgo era más alto. Con la maleta al hombro, se internó en un pastizal. Escuchaba voces de personas que lo asustaban, pero por ser pequeño hasta una hoja le servía de escondite. Cada vez que sentía hambre, sacaba una migaja de queso y se la comía.

El camino de un emigrante es interminable: hace sol, mucho calor, se siente sed y no hay tantos lugares para encontrar agua. Sus patitas estaban quemadas y le dolían mucho, pero era mejor no descansar para no perder tiempo. Era frecuente tener que parar y quedarse escondido detrás de un arbusto, o debajo de una rama caída. Los conejos de monte salían por muchos lugares y lo asustaban. Durante el camino siempre escuchaba personas que viajaban en la misma dirección y con el mismo propósito: cruzar la frontera, buscar apoyo, trabajo y seguridad.

De repente, vio una serpiente pitón hambrienta que estaba esperando cerca de una piedra. Ese era su fin; sintió un escalofrío que le cubrió todo el cuerpo, no sabía que hacer, para donde correr; en cualquier dirección la serpiente lo atraparía. Pero apareció un ángel de los que caminaba a su lado, era un humano asustado y hambriento que sacó un cuchillo y la mató, diciendo que su familia tenía hambre y esa sería su cena de la noche. Román se sintió muy agradecido, porque le salvaron la vida. Aunque no quisiera ver esa cena.

El ratón descubrió que era importante mantenerse cerca de las personas que también estaban en su misma condición de viajeros, pues el camino era muy peligroso y con ellos se tornaba un poco divertido, porque los humanos hablan mucho, los niños se ríen y lloran. En fin, el ruido daba un poco de seguridad.

Al llegar la noche tenían que dormir en algún espacio de la montaña, nada era seguro, pero había que descansar. El ratón se acurrucaba cerca de una bolsa de tela de un niño. Ahí no se notaba su presencia. Se escuchaban los ruidos de la noche. De repente, un búho se acercó; estaba sintiendo el olor a ratón, pero le asustaban los humanos, por lo que no llegaría hasta el refugio donde estaba durmiendo Román. Un lobo estaba muy cerca y hacía unos ruidos muy extraños, los humanos estaban quietos, encendieron un fuego y eso los cubría de peligros, mosquitos y zancudos.

A la mañana siguiente, había que continuar el viaje, faltaba poco para cruzar la frontera, pero se aproximaba un gran río, ¿cómo un ratón podría atravesarlo? Tenía que pensar y hacerlo pronto. Ser muy cuidadoso. Mientras pensaba qué hacer, uno de los humanos se quitó los zapatos, pues para ellos era mejor caminar por el agua descalzos. Era la oportunidad y Román la aprovechó. Se metió en uno de los zapatos y se sostuvo fuerte de un cordón para no salirse. Los zapatos colgaban en el pecho del hombre y el ratón iba dentro de uno de ellos, muy calladito; el olor no era el más agradable, pero era seguro.

De repente, la gran sorpresa: estar del otro lado del río. Debía salir del zapato, sin ser visto. Con mucho cuidado, esperó a que el humano se descuidara y lo hizo. Salió corriendo de ahí, y se sintió libre. Estaba en suelo costarricense y sabía que en este país sería acogido como un refugiado y tendría todas las garantías y el apoyo que un ratón extranjero puede recibir.

Ahora que está del otro lado, lo primero que hará será buscar un lugar para vivir, encontrar un trabajo y luego, se inscribirá en un colegio. Él trae en su maletín los documentos de identificación y notas de buen estudiante. Desde hace algún tiempo ha escuchado que el sistema de educación de Costa Rica es inclusivo y él tendrá las mismas oportunidades para triunfar que los estudiantes ticos. Román, el ratón, tiene el gran deseo de ser un buen profesional y ayudar a su familia. Está seguro de que las fronteras no lo podrán detener.


Autor(a) Franco Michel Sánchez Aguirre
Escuela Guadalupe
Director(a) y Docente Nuria Quesada Alfaro
Dirección Regional Occidente