Mi Cuento Fantástico 2024

Hace mucho, pero mucho tiempo, en un pueblo lejano, se ubicaba un castillo tenebroso en la colina más alta, donde las personas nunca se acercaban por temor a la leyenda de la bruja. Ahí vivía Purruja, una inquieta bruja de redondas mejillas con intenso color rojizo, una gran nariz y sobre esta una gigantesca verruga. Siempre vestía una túnica larga de color azul oscuro y llevaba puesto su enorme sombrero negro de pico, pero, curiosamente muy dentro de sí, su noble y gran corazón. Se decía que todas las noches, al dar las diez, una bruja volaba sobre las casas con su destartalada escoba hasta el amanecer, reconocida por su gélida risa, aunque nunca vista por los habitantes, quienes creían que era malvada.

Cada mañana, Purruja recolectaba polen en un cacaotal cercano a su castillo, para mantener la producción del ingrediente principal de su pócima secreta “Cioccolato”, la cual le brindaba una sensación de bienestar en su vida. A pesar de su dedicación, la soledad invadía a Purruja, llevándola a depender de su esencial brebaje para sentirse mejor. Con el invierno, la falta de leña seca complicaba encender el caldero, por lo que, una noche, preocupada a falta de su pócima, Purruja salió a buscar madera. De camino, su túnica se enredó entre sus pies, Purruja chocó con una rama y quebró su escoba, por lo que decidió regresar de nuevo a su hogar. Los días fueron pasando y a Purruja le urgía conseguir leña, así que optó por ir al pueblo.

En su viaje enfrentó lluvias y cansancio, hasta que finalmente llegó. Miradas de terror y el profundo silencio que irradiaban los vecinos al verla pasar, la desanimaron aún más. En su estadía en el pueblo, se mantuvo en búsqueda de leña sin éxito, debido al mal clima y la falta de ayuda de los aldeanos. Desanimada, un día murmuró: -¡Charita, nadie me ayuda! De pronto, sonó una voz dulce que expresó: -¡oye! Yo te puedo ayudar. Era Casimiro, un joven que vivía en unas cabañas al final del camino, quien le ofreció compartir su reserva de leña. Purruja le agradeció por el gesto tan noble y Casimiro también le indicó que le podía ayudar a llevar la leña hasta el castillo en una carretilla. Juntos cargaron la leña y tras varios días de viaje llegaron a su destino. Estando ahí, acordaron que Casimiro se quedara unos días recuperando fuerzas. Mientras tanto, Purruja preparaba su pócima para invitar a Casimiro y juntos disfrutaron de largas conversaciones.

Antes de que Casimiro partiera de regreso al pueblo, sintió inquietud por ver a Purruja decaída a causa de la pérdida de su escoba, lo que lo inspiró a construir una nueva con madera seca y tras varias horas de trabajo, como gesto de amistad, le obsequió la nueva escoba elaborada por él. La bruja agradecida, la probó volando al bosque y polinizando sus plantaciones de cacao. Recolectó parte de la cosecha para elaborar más del brebaje y de esa forma le ayudó a recuperar su ánimo. Antes de la partida del joven, la bruja le entregó en sus manos una enorme botella repleta de su pócima secreta para que la tomara cuando así lo deseara.

Días más tarde, cuando Casimiro regresó al pueblo, las personas de la aldea se acercaron a su encuentro, pues estaban preocupadas sin tener noticias de él. En cuanto se encontraron reunidos, el joven aprovechó la ocasión para hablarles del gran corazón de Purruja y compartió con los habitantes la pócima preparada por ella a base de cacao. Desde ese día, los aldeanos aprendieron que no deben juzgar a los demás, sin primero darles la oportunidad de conocerles. Purruja, por su parte, continúa preparando su pócima secreta y en época de verano vuela con su escoba nueva hasta el pueblo para compartir “Cioccolato” con todos en la aldea. Desde entonces, juntos se convirtieron en la nueva leyenda que transformó sus vidas para siempre.