Mi Cuento Fantástico 2024

Érase una vez un pueblito indígena, rodeado de montañas. En ese pueblito mágico, donde parece que el sol sonriera al salir, a través de los frondosos árboles, saludando todo a su alrededor con sus rayos dorados, vivían dos niños, Juan y Luis, niños indígenas con su piel morena y sus ojos negros como la noche. Juntos disfrutaban de los días, corriendo por los verdes campos, yendo a la escuela, jugando bajo la lluvia y soñando que podían volar como el gavilán negro. Pasó el tiempo, y Juan creció, por lo que debía ir al colegio. Los padres de Juan habían decidido enviarlo a un colegio de ciudad, porque él era muy inteligente y para ellos eso era lo mejor. Al saber esta noticia, Juan sintió muchas emociones juntas y su amigo Luis lo abrazó y le dijo: -de seguro vas a aprender mucho y vas a ser profesional en el futuro. -Pero esto le salía de los dientes para afuera porque en su corazón sentía una tristeza enorme de tener que separarse de su amigo; sentía que se lo estaban arrebatando.

Entonces, Juan se fue para la ciudad y empezó su curso lectivo que fue todo lo contrario a lo que él había imaginado: después de este día, todo fue gris para Juan, sus compañeros, que eran todos de la ciudad, lo veían mal, se reían de él por su color de piel, por su ropa; ningún compañero ni compañera quería sentarse a su lado y Juan se sentía muy triste. A pesar de todo esto, Juan era muy aplicado en sus estudios. Así pasaban los días de Juan con zancadillas, burlas, exclusión y hasta golpes. Juan callaba por miedo, porque se sentía como un pequeño ratón indefenso.

Pero, llegó el día en que Juan iría a su pueblito, a pasar unos días libres en su amado hogar. Luis lo esperaba con ansias. Al llegar empezaron a hablar; Juan le contó a Luis lo que pasaba en el colegio y Luis lo animó para que fueran juntos a hablar con sus papás. Entonces, los padres de Juan le propusieron a su hijo que hablara con los profesores sobre lo que estaba pasando, para que el colegio les apoyara en la búsqueda de soluciones. Así, Juan volvió al lugar que para él era su tormento y al llegar buscó a una profesora de confianza y le contó todo. La profesora le dijo que en el colegio le iban a ayudar, habló con otros profesores y juntos empezaron a trazar el plan de ayuda, buscaron información de la reserva indígena de Juan, sus costumbres y tradiciones e hicieron una presentación con fotos y videos que presentaron a la comunidad estudiantil. Cuando realizaban esto, descubrieron que había otros estudiantes en la misma situación de Juan.

Motivados por ayudarlos a todos, crearon talleres donde los niños hablaban sobre sus pueblos y explicaban lo difícil que era dejar su hogar y familia por estudiar. Los profesores compartieron con sus estudiantes el mensaje de que, sin importar el color, la clase social, la etnia, religión o forma de ser, todas las personas merecen ser tratadas de manera respetuosa y ser incluidas. Cuando los compañeros conocieron sobre lo difícil que era para Juan el haber dejado todo lo que él amaba para poder estudiar en ese colegio, le pidieron disculpas.

Ese día, Juan vio el arcoíris después de la tormenta y entonces, tenía que compartir su alegría con su buen amigo ya que gracias a él, se había atrevido a hablar. Lo llamó y le contó todo. Luis se alegró mucho, porque ya su amigo estaba feliz en su colegio y entendió que, aunque Juan creciera y estuviera lejos, siempre podían seguir siendo amigos y apoyándose en los momentos difíciles y que la amistad, cuando es verdadera, tiene el poder de resolver hasta los más grandes problemas.